Caprichos de la fortuna

[Texto: Francisco Trinidad]

Tras su muerte, su fama y la suerte de sus libros comenzaron a oscurecerse. Después de unos primeros años en los que se pretendió utilizar su nombre para llenar el vacío producido por el exilio y la muerte de las grandes figuras literarias de la República, el brillo que le había acompañado desde sus comienzos comenzó a languidecer y, durante décadas, su nombre fue una cita escueta en el gran reparto de la narrativa del siglo XIX.

 "Hay mucho de óptica en literatura, como en todo. Cuando, dentro de treinta o cuarenta años, nos hallemos todos a igual distancia del público, me hago la ilusión de que mis obra no serán menos leídas que las de Galdós o Pereda. Y fundo esta ilusión en lo que me está pasando en el extranjero...", le escribió el propio Palacio Valdés a Clarín en 1886; pero su ilusión no se tradujo en hechos, sino que la realidad, tan obstinada como inexorable, jugó su propia partida al margen de las ilusiones juveniles de un Armando Palacio Valdés de tan variada como mudable fortuna.